El domingo pasado festejé mi cumpleaños y lejos de abrumarme el paso del tiempo como suele suceder, me relajé y lo disfruté a lo máximo.
Mi esposo me ayudó a organizar una pequeña comida con nuestros amigos más cercanos, así que todos en el mood de un domingo tranquilo disfrutamos de hamburguesas al carbón, papas fritas y mucho mucho postre. No faltaron, por supuesto, unos buenos tequilas y cervezas en su punto.
Me dio mucha felicidad compartir con cada uno de los amigos que me acompañaron en esta difícil transición a la "madurez" a la cual me rehúso todo el tiempo. Simplemente, soy muy afortunada.